sábado, 27 de octubre de 2007

Cuando pase el temblor

La Sodamanía de estos días trae a mi memoria gratos recuerdos de mi época de estudiante. Fiestas universitarias. El patio central del Campus Oriente repleto y todos bailando felices al ritmo de Soda o Los Prisioneros. Yo, siempre al lado de mi pololo eterno de esos años. Compañero de carrera, amigo, yunta y muchas cosas más. Aunque no estudiábamos en la Católica, mi mejor amiga sí y siempre éramos invitados a los carretes de la UC. Nosotros veníamos de la Chile, donde las celebraciones en la Escuela de Periodismo rondaban más en torno al vino navegado y música más comprometida con la lucha contra la dictadura. Creo que tenía el corazón dividido entre Silvio, Inti Illimani, Victor Jara y tantos otros, y la música que la llevaba en las radios y las fiestas: Soda Stereo, Virus y tantas bandas argentinas ochenteras, sin olvidar por supuesto a las chilenas de la época: Valija Diplomática, UPA! o los inmortales Electrodomésticos, por nombrar algunas.
Pero más que un recuento musical, lo que el recuerdo de esos años trae a mi mente y a mi alma, es un sentimiento respecto del mundo. Me sentía capaz de cambiarlo todo y más aún, estaba segura de poder lograrlo. ¡Qué manera de criticar! Sobre todo a los medios. Nunca íbamos a ser adaptados, siempre estaríamos en el centro enjuiciando "el sistema". Porque la idea tampoco era ser marginados o automarginarnos de los procesos.
Han pasado 20 años. Sigo pensando críticamente, pero vivo dentro del sistema y muchas veces he sentido con pesar que camino con la manada, adaptada de alguna forma. Los sentimientos encontrados están vivos, igual que en esos años con la música. Hay que trabajar y ganarse los pesos para vivir. Siempre he sido aburguesada: no escondo que me gusta más andar en auto que en micro (y menos en Transantiasco). Pero trato de no adormecerme, de ser sensible al mundo, de no dejar de asombrarme. No quiero acostumbrarme a que ganar plata sea lo más importante ni la acumulación incesante de bienes. No vivo para acumular "millas". Prefiero conocer más profundamente a quienes tengo cerca, que visitar recónditos parajes del globo. Creo que por eso recordar la época de la U me pone nostágica. Estaba menos atrapada en el deber y las "cuentas". Todo era posible. Íbamos a cambiar el mundo. Pues, señores, la esperanza no ha muerto. Después de avanzar y retroceder (por momentos), sigo pensando que el rol que nos toca vivir a cada uno de nosotros es contribuir a la evolución de la especie. Que claramente va para algún lado, porque se mueve, cambia... y más vale aportar a que mute hacia aquella anhelada utopía, que seguir la corriente suicida y ser parte de los que contribuyen a echarmos tierra encima, para pasar a mejor vida.
Más que permanecer con los ojos abiertos, es no abandonarse al sueño, no vivir adormecido. Y hacer las cosas bien, sólo porque sí...

viernes, 17 de agosto de 2007

Vueltas y vueltas

Uno vive ciclo tras ciclo en esta vida... la mía va y viene, como oleaje marino. A veces con más fuerza, casi como una tormenta... a veces apaciblemente, como la playa de Algarrobo. El 2006 fue de esos que podría describir como Tsunami. O sea, la ola me levantó y me dejó caer, me arrastró con ella tierra adentro y luego me dejo en la orilla, mirando, perpleja... Pero hay que levantarse y lo hice. No puedo mirar estos últimos casi 500 días sin un dejo de tristeza, porque la muerte de mi padre fue un golpe muy duro y todavía duele... y seguirá doliendo harto tiempo más. Tampoco puedo borrar los meses de cesantía, que no fueron fáciles. Pero que más, "la vida siempre continúa" (como dice esa canción de Ana Carolina).
Y, gracias a Dios, la cosa avanza... A paso cansino, pero pa'lante.
Por lo menos, el aprendizaje queda. Cuando te dicen que en la adversidad es cuando el ser humano se fortalece, no se equivocan. Conoces mejor a tus amigos, a esos que te invitan un café para sacarte de la casa y de la depre, que te hacen reír un rato, que saben cómo estar, cuándo y en qué momento retirarse para dejarte reflexionar.
También es la oportunidad perfecta para querer y dejarse querer. "Sacarlo todo afuera, como la primavera", cantaba Mercedes Sosa y claro que hay que sacarse de adentro los cariños y compartirlos, expresarlos, regalarlos... hay que prodigarse en amores.
Que nunca es temprano y a veces demasiado tarde. Que siempre se puede volver a unir lo que se ha roto, aunque sea con engrudo. Que para tender un puente no hay que empezar de ambas riberas del río, basta con construir desde una orilla para alcanzar la otra... y da lo mismo quién tendió el puente al final, si ya podemos cruzarlo.
La soledad no es mala compañera, no pide mucho y da bastante que aprender de ella. Pero sabe mejor acompañada de cariños incondicionales, imperecederos... esos que acurrucan, como los brazos de una madre.

lunes, 4 de junio de 2007

Cambio de folio

Llegar a los 40 suena como tremendo suceso en la vida y creo que lo es. Más si a ello se suma esta vocación de soltería que me acompaña (y me persigue) y la condición no menor de ser mujer. Para mi abuelita seguro ya estaría en el rango de solterona (hace rato), pero más que sentirme una cuarentona, me veo como una "cuarenteañera". O sea, estoy lejos de ser la misma de los 30 años y más aún la de los 20, pero la entrada a esta cuarta década no me asusta ni me hace sentir más vieja. Pucha! Sí no me siento más vieja!! La pura verdad. Más experimentada, menos impaciente, más sensata, más tolerante... capaz que esos sean síntomas claros de vejez... ¡Qué algún experto responda, please!
Más allá de la acumulación de décadas, disfruto este momento plenamente. Soy más amiga de mis amigos, no guardo rencor a quienes me hicieron daño alguna vez, atesoro los amores vividos, los instantes de plenitud, la felicidad que acompaña cada nuevo día de vida y, como dijo la gran Piaf, no me arrepiento de nada, de nada, de nada.