viernes, 17 de agosto de 2007

Vueltas y vueltas

Uno vive ciclo tras ciclo en esta vida... la mía va y viene, como oleaje marino. A veces con más fuerza, casi como una tormenta... a veces apaciblemente, como la playa de Algarrobo. El 2006 fue de esos que podría describir como Tsunami. O sea, la ola me levantó y me dejó caer, me arrastró con ella tierra adentro y luego me dejo en la orilla, mirando, perpleja... Pero hay que levantarse y lo hice. No puedo mirar estos últimos casi 500 días sin un dejo de tristeza, porque la muerte de mi padre fue un golpe muy duro y todavía duele... y seguirá doliendo harto tiempo más. Tampoco puedo borrar los meses de cesantía, que no fueron fáciles. Pero que más, "la vida siempre continúa" (como dice esa canción de Ana Carolina).
Y, gracias a Dios, la cosa avanza... A paso cansino, pero pa'lante.
Por lo menos, el aprendizaje queda. Cuando te dicen que en la adversidad es cuando el ser humano se fortalece, no se equivocan. Conoces mejor a tus amigos, a esos que te invitan un café para sacarte de la casa y de la depre, que te hacen reír un rato, que saben cómo estar, cuándo y en qué momento retirarse para dejarte reflexionar.
También es la oportunidad perfecta para querer y dejarse querer. "Sacarlo todo afuera, como la primavera", cantaba Mercedes Sosa y claro que hay que sacarse de adentro los cariños y compartirlos, expresarlos, regalarlos... hay que prodigarse en amores.
Que nunca es temprano y a veces demasiado tarde. Que siempre se puede volver a unir lo que se ha roto, aunque sea con engrudo. Que para tender un puente no hay que empezar de ambas riberas del río, basta con construir desde una orilla para alcanzar la otra... y da lo mismo quién tendió el puente al final, si ya podemos cruzarlo.
La soledad no es mala compañera, no pide mucho y da bastante que aprender de ella. Pero sabe mejor acompañada de cariños incondicionales, imperecederos... esos que acurrucan, como los brazos de una madre.

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