martes, 5 de mayo de 2009

Hojas de Otoño

Pensaba escribir algo gracioso hoy, porque estás pocas páginas han estado cargadas de penas y dolores. Pero no va a poder ser. Mi Jose querido acaba de perder a su papá y no puedo obviar lo que siento, ni la pena que debe estar inundando su alma ahora. Están tan frescos mis dolores por la pérdida, que no puedo evitar solidarizar con él, de corazón.
El otoño dejó caer su manto dorado sobre mi ciudad y las calles grises están cubiertas por una estela crujiente y brillante, que hace desaparecer el frío cemento bajo mis pies. Poco a poco se deshojan los plátanos orientales, con sensualidad se van desprendiendo del verde, para lucir un radiante oro en sus ramas. Pronto esas varas que buscan el cielo estarán desnudas, pero aún no. Aún es tiempo de disfrutar de los dorados, amarillos y rojos que trae el paisaje de otoño a nuestros ojos.
Hoy mi corazón siente que llueve por dentro, pero la calma y calidez del otoño acompañan el sufrir... lo hacen menos duro, menos amargo. Tiene un sabor a cenizas tibias del hogar, esas que esconden brasas que aún arden y abrigan. Es que estas penas del alma son gigantes, pero hablan del amor que llevamos dentro, de ese sentimiento imperecedero que nos acompañará por el resto de nuestras vidas y que de vez en cuando ensombrecerá nuestras cejas. Pero, más veces aún, intalará una sonrisa en nuestro rostro cuando mane del interior la alegría que el ser amado nos dejó, la dicha absoluta de haber compartido la vida con él, de haber estado a su lado, de contar con su abrazo y de brindarles amor incondicional. Creo que el perdón, pedir y dar perdón, es una oportunidad que nos regala la vida. Hay que tomarla sin dudar. Esa será nuestra mayor prueba de amor.
No es un adiós, si no un hasta pronto.


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